Sobre la mesita cercana al sillón coloqué un reloj de arena.
No sé por qué pero me gustan más los relojes de arena que los clásicos. La sensación de ver como cae la arena y van pasando los segundos, minutos y las horas me reconforta mucho. Me trasmite calma, seguridad y no me agobia tanto como ver el segundero girando o el tic tac de un reloj. Hoy lo estrenaría con una nueva paciente.
Hace unos días recibí un mensaje donde una señora, de nombre “Alma”, me pedía una cita; sólo estaba de vacaciones por unos días en la ciudad y quería tener un espacio para ella.
La cita fue programada para tres días después, y hoy, cumplido ese plazo, estaba yo esperándola y mirando tranquilamente el reloj de arena cuando el timbre me sobresaltó y salí a abrir.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes. Tú debes ser Alma- le dije y con su afirmación de cabeza nos dimos la mano y la invité a pasar y sentarse en el sillón.
Antes de sentarse, la observé mientras hacia una revisión a la habitación y segundos después, sonriendo se sentó. Me llamó la atención porque traía una caja y no era la caja en si, lo que me llamó la atención sino la forma de tenerla.
-Bonito nombre, Alma… ¿es su nombre verdadero?
Ella rio.
-No, no es mi nombre, mi nombre es Almudena, pero hace 15 años que me lo cambié; tiene un significado especial para mí.
-¿En que puedo ayudarla Alma?
-Estoy de vacaciones en su tierra; soy del sur, de un pueblo costero y ahora disfruto de unos días de descanso. Viajo sola, siempre lo hago, me gusta, no dependo de nadie y hago lo que quiero, y lo que es más agrada es que si me apetece ir a un sitio simplemente lo hago o si cambio de parecer también lo hago y ya, sin broca, sin malestar por esos cambios repentinos y sin que nadie se moleste como podría suceder con una pareja.
-¿Por qué debería ser motivo de pelea? No entiendo. Si las dos partes, en una pareja, deciden que el cambio favorece a las dos personas, no debiera haber enfado.
-Sí, sí lo es, somos por naturaleza muy enrevesados, nos puede gustar la idea en el momento que la decimos, pero no siempre estamos dispuestos a ceder al gusto de la otra persona.
-Dígame, que la ha movido venir a consulta, exclusivamente hoy, me ha dicho por mensaje.
-Sí, sólo necesito una hora, (se quedó mirando el reloj de arena) bueno mejor dicho el tiempo que tarde la arena de pasar de un espacio a otro. Como yo, quiero pasar de un espacio a otro.
-Muy bien, puede empezar a contarme si lo desea.
-Voy a ir al grano, no quiero hablar demasiado, soy muy charlatana y de seguro no pararía en horas, pero sólo voy a contarle lo que me trae aquí. Vivo sola, no tengo pareja, no tengo hijos, pero sí amigos, sobrinos, tíos, pero nadie que me pueda acompañar en mis viajes como yo deseo. Le extrañará porque tengo esta caja conmigo, es mi compañía desde hace 15 años. Nunca me ha causado problemas; he estado bien en mi soledad con ella, pero este viaje,… no sé… me he sentido sola aun estando con la caja.
-Quiere decir que en esa caja hay energía suficiente, motivación suficiente, como si tuviera vida para hacerle los viajes más entrañables, más que con cualquier persona?
-¡Exacto! Esta caja es mejor compañía que cualquier persona. En ella hay sueños de una vida, llenos de deseo, alegría, vida, juventud, algo a lo que no quiero renunciar o mejor dicho, no voy a renunciar nunca pero ha llegado el momento de ubicarla en otro lugar. El apego que tengo con esta caja, es casi igual o más del que pudiera tener con mi pareja, si la tuviera.
-¿Quiere decirme que la caja esta llena de recuerdos, de pasiones, de vida de alguien especial para usted?
-¡Es precisamente eso! Se trata de un hombre, el que me hacía sentir especial, pero no porque me diera amor, no sólo por eso, sino por la forma de compartir, sus atenciones, sus conversaciones, su forma de ver la vida tan optimista, su forma de afrontar los problemas y solucionarlos como si ya no hubiera existido un problema. Pero el se marchó, se fue lejos, se fue al lugar donde no se puede regresar, y me dejó; con su partida quedó un vacío, una tristeza… que poco a poco he ido superando pero no he conseguido desapegarme de la caja que representa a la persona. ¿Quiere ver lo que hay dentro? ¿Quiere que la abra para usted? Siempre la llevo conmigo en los viajes, y en casa la tengo al otro lado de mi cama, en una balda, pero no la he vuelto a abrir desde hace 15 años.
-¿Desea abrirla para mí?
-Sí, lo necesito; por eso he venido con usted, necesito el apoyo emocional en este momento tan importante para mi.
Asentí con la cabeza, y ella fue quitando el lazo que la decoraba, lo hacia con movimientos lentos, y los ojos con lágrimas, pero se la veía decidida a poner fin a ese apego.
Al abrir la caja, me asombré de todos el tiempo que estuvo cerrada, en un lugar privilegiado en su cuarto, viajando con ella por todas partes, e incluso como me dijo en algún momento, también conversaba con ella sobre lo que habían echo durante el día. En ella había un rosario, y un cíngulo- correa que se utiliza para sujetar la túnica de los monjes-.
Ella debió notar algo en mi rostro, porque me preguntó:
– ¿Se ha sorprendido?
-Sí, Alma, sí; pero imagino que usted me dará la explicación si lo desea.
– Sí. Él era monje, es algo prohibido para ellos estar con mujeres, y cuando él iba a dejar el hábito para estar juntos, falleció. Parecía una maldición, pero fue un ataque al corazón, demasiado stress, y momentos duros hasta decidirse qué escoger, el amor a Dios, o el amor de una mujer. Me escogió a mí, y Dios se lo llevó. Lo acepto, pero encontré la forma de seguir a su lado y es por ello que lo llevo en esta caja conmigo.
Luego de unos instantes, continuó.
-Hoy paseando por la playa, miraba las olas, y de pronto, percibí como si fuera un mensaje que debía deshacerme de lo material que había en la caja y quedarme sólo con los recuerdos; que además era hora de disfrutar de las cosas que me puede ofrecer la vida, sin ataduras a nada, libertad, y obviamente lograr eso significaba dejar todo tipo de apego. Necesitaba que alguien estuviera en este momento y me acompañara.
Pasar del espacio irreal al real no es fácil, y sólo necesitaba una buena compañía y poder hablar y abrir la caja para dejar marchar en paz, parte de mi vida y empezar de nuevo.
Sólo tuve una sonrisa para Alma, una caricia en la mano, y asentir que había hecho lo correcto y que la admiraba por dar un paso tan importante después de tantos años.
El reloj de arena vació su contenido, como el tiempo de Alma quien miró el reloj, se levantó, me abrazó, me prometió escribirme una postal desde cada lugar que visitara en vacaciones, y agradeció enormemente que Él, la hubiera puesto en mi camino para ayudarla a revivir.
Lo último que le quedaba por hacer, era al salir de la consulta, acercarse a la iglesia que está a pocos pasos del consultorio y entregar lo que había en la caja , lo que debía estar con Dios.
JOSE RAFAEL CHACON ROMERO says
Pensemos que las limitaciones que imponemos sobre algunas edades, con excepción de las físicas, solo están en nuestra cabeza y no en el corazón.