-Por Creer en ti… y en mí
«El profesor hizo una pregunta. Muchos alumnos levantaron la mano queriendo responder y el profesor se sintió contento al darse cuenta que muchos estaban ansiosos por responder y participar durante la clase.
Entonces el profesor se fijo en dos alumnos que estaban en la última fila, que lado a lado, tenían las manos en alto dispuestos a responder. Él se acercó y al distinguir a ambos, los reconoció: el de la derecha estaba diríamos habituado a responder. En cambio, el de la izquierda casi nunca levantaba la mano para proponer una respuesta.
La decisión fue sencilla. El profesor le iba a dar la opción al alumno de la izquierda para que respondiera. Lo que sucedió a continuación fue por demás interesante. Con una señal apropiada, el profesor pidió que el alumno de la izquierda respondiera pero el alumno bajó la mano, se fijó en el compañero de lado y le dijo: “Responde tú”. Antes que el alumno que estaba a la diestra del profesor tomara la palabra, el docente insistió con que fuera el otro alumno que se animara a responder. Entonces, y con el ceño fruncido, el rostro lleno de frustración y con unos ojos que parecían temerosos, el alumno de la izquierda dijo que no, que mejor fuera el otro, que seguro lo haría bien como acostumbraba.
El profesor quedó turbado al ver esa reacción, muy a pesar que casi estaba dando una orden que el alumno de la izquierda no estaba dispuesto a obedecer, pues sin que nadie le pidiera, le cedía la opción de responder al otro.
Muchas veces no confiamos en nuestras acciones, nuestros, planes y hasta en nuestras propias opiniones. Es como que al lado siempre tuviéramos a quien es más exitoso, más inteligente, más apuesto o simplemente más hablador y a veces con pesar, preferimos que sea la voluntad del otro, pues tiene experiencia y ha acertado siempre.
Al mismo tiempo, también hay alguien que nos impulsa a animarnos, que cree en nuestro potencial y que hasta nos da las oportunidades de acertar, de progresar o de simplemente escucharnos y si nos equivocamos, nos puede corregir.
También hay temor a hacer el ridículo y equivocarnos, pero si no es ahora, entonces ¿cuándo?
Es un hecho que no estamos solos. En la vida siempre hay gente adelante, atrás, a ambos lados y ante esa situación, es bueno prestarles atención pero ante todo, es mejor darnos la oportunidad de que nuestra voz sea escuchada y que en un salón de clases, en el vecindario, en el trabajo o en una reunión social, digamos lo que sentimos o pensamos. Sólo hay opción de equivocarse o acertar, pero eso es secundario puesto que ante todo, lo primero es arriesgarnos.
La próxima vez, levantemos la mano y animémonos a probar, que una nota de 10, es alcanzable.»
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