Viajando por el extranjero, a veces no basta tener un banco virtual ni cajeros automáticos por doquier, por eso se debe visitar una oficina física del banco. A mí me toco hacerlo y allí observé algo que me ha dejado hasta ahora pensando. Resulta que para poder hacer el trámite que precisaba en aquel banco extranjero, debía hacer fila. La fila era larga y ni siquiera para acercarse a una ventanilla sino para obtener una ficha de atención. Delante de mí iba una señora con dos niñas pequeñas.
Hasta ese momento yo no había reparado en que la señora que iba delante, llevaba un gorro de lana. Al aproximarnos al distribuidor de fichas de atención, cual si fuéramos peregrinos o romerosen procesión, un oficial de policía se acercó y le pidió a la señora con las niñas que se descubriera la cabeza. Evidentemente el gorro era grande y presumo que por un tema de seguridad, bien se puede presumir que alguien con malas intenciones podría ocultar algo bajo el gorro y por eso el policía insistía para que la señora se descubriera.
Lo que me llamó la atención en ese momento fue el rostro avergonzado de la señora y la pregunta que hizo: «¿Es realmente necesario que me quite el gorro?»
El policía en tono serio y frío dijo que sí, que debía quitarse el gorro. La señora sin resignarse y con una mezcla de mala gana y enfado en el rostro, se quitó su gorro de lana y en ese instante pudimos ver que ella no tenía cabellos. Fue cuando me fijé en las cejas y tampoco las tenía, la piel se notaba muy blanca y los labios habían perdido su color. Lo primero que pensé, por haberlo visto antes y mucho, fue que la señora estaba bajo tratamiento de quimioterapia. Así se puede entender aquella pregunta en la que sigo pensando: ¿Es realmente necesario?
Muchos van por la vida luchando y sobreviviendo, soportando y superando la ausencia de ojos, manos, brazos, piernas, etc. No creo que todos hayan logrado superar el sentimiento de rechazo o de falta de inclusión y ello los hace esconder sus mutilaciones, amputaciones, tratamientos, etc. Es triste que alguien pueda fingir ser una persona con capacidades diferentes y aprovecharse de esa situación pero es también triste que quienes no fingen nada, deban ser expuestos ante los demás pidiendo que se quiten gorras, prótesis, parches, etc. Si es necesario en un banco, en un aeropuerto, en una zona de seguridad, debería haber discreción porque no sabemos cuánto han superado las personas su realidad. Se entiende que hay individuos que no se avergüenzan de su caso, pero ¿y los que todavía están sensibles?
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