– Por Creer en ti… y en mí
Llevo noches sin dormir. Noches en las que me pregunto en qué momento mi vida dejó de ser lo que era para convertirse en la pesadilla que es hoy. Parece que no hay ni una sola que pueda hacer bien. Vivo intentando agradar a otra persona y solo recibo burlas, críticas y acusaciones sin sentido. A veces ni siquiera sé qué es lo que he hecho mal.
Llevo días sin ver a nadie. Me da vergüenza que alguien sepa que me siento infeliz, y me da miedo que él se pueda enterar de que estoy cansada de vivir así. Sé que él me quiere, y quizás yo no merezca mucho más que esto, pero me gustaría poder disfrutar del silencio aunque solo fuera por un rato.
Sin embargo, a veces la vida es caprichosa y te trae precisamente aquello que no deseas. Me he encontrado con una amiga a la que no veía desde hacía años. Me ha dicho que me ve desmejorada. Hace demasiado tiempo compartíamos ilusiones y sueños, pero yo ya ni siquiera los recuerdo.
«¿Conseguiste aquel ascenso que querías en tu trabajo?»– me preguntó. Por un momento dudé, había olvidado completamente que en aquella época me sentía capaz de comerme al mundo. No sé cuándo ni por qué decidí que ese puesto me quedaba grande… Mentira, sí que lo sé. Él me dijo que no servía para eso y que era mejor que lo olvidara, y me conformé con aceptar las órdenes de otra persona. Aquel recuerdo tocó algo en mí, y sin quererlo me eché a llorar.
«Nadie que destruye todo aquello en lo que crees es digno de tu amor, porque alguien que no puede alegrarse por ti, nunca será capaz de quererte». Sus palabras se repetían en mi cabeza como un eco, una y otra vez, pero qué podía hacer yo, si siempre lo hago todo mal.
Cuando volvió a casa le conté mi encuentro con mi vieja amiga. Pensé que se interesaría, ilusa yo, que todavía hoy sigo manteniendo la esperanza de que cambie. Sin embargo, solo me dijo frases que ya me sabía de memoria. Mis amistades no me conocían ni se preocupaban por mí tanto como lo hacía él. Debía alejarme de ellas para protegerme. Pero, ¿y quién me protege de él?
Dicen que se hace camino al andar, y hoy me he encontrado con otra persona. Su cara me resultaba familiar, pero si no fuera porque ella se ha acercado a mí, jamás habría sabido quién era. Fue mi directa y me dijo que se había enterado de todo. Parece ser que nuestra amiga en común no considera que esto sea un secreto para esconder en una caja.
«No importa si los demás no creen en ti, tú tienes que hacerlo. Debes rodearte de quienes te aportan algo positivo, de quienes te animan a mejorar«. Me cuesta aceptar que todos estos años hayan sido en vano; de que todo lo que yo he puesto haya caído en saco roto. Tenía tantos planes para los dos, tantas ilusiones, tantos deseos de vivir un cuento feliz…
Pero yo no soy ninguna princesa que necesite ser rescatada. Lo que necesito es una llave para salir de aquí. Me ha dado la tarjeta de una abogada que tiene experiencia con este tipo de casos, pero dice que la decisión es mía. Tengo miedo de perderle, miedo de que se enfade, pero también estoy cansada de llorar y de que ese miedo sea lo único que me define.
El maltrato psicológico no es ningún juego; que las heridas no sean visibles no significa que no vayan calando hondo. Quien te quiere, no disfruta viéndote sufrir. Siempre hay una elección y una salida. Busca ayuda antes de que sea demasiado tarde; hazlo por ti. Te lo mereces.
Deja un comentario