– Por Creer en ti… y en mí
En la ciudad en la que vivo, he visto desde siempre algo en lo que no me detuve nunca antes a pensar.
Las personas de la tercera edad, aquellas que particularmente tienen todo el cabello blanco como la nieve, se visten de una manera muy particular. Se ponen todos los colores y todos los estampados que pueden y así salen a la calle.
Alguna vez pensé que, el motivo principal es que a la edad que tienen, lo que menos cuenta es impresionar a los demás, enamorar a la vista, ostentar una marca o vestir a la moda y no digo que no quieran llamar la atención porque obviamente llaman la atención por usar prendas llamativas por los colores o los diseños o el tamaño del cuello, de las mangas, los bolsillos, los grandes círculos o cuadrados o líneas estampadas en camisas, abrigos, corbatas y pañuelos.
Se entiende y se respeta que quienes no tienen posibilidad de comprar ropa nueva tengan que ponerse lo que tienen en el armario o ropero. Se respeta el gusto de cada uno pero aún así me llama mucho la atención, verlos vestir a los abuelos y las abuelas, con mucha dignidad y hasta con cierta presunción, la ropa que un día estuvo a la moda o que costaba cierto dinerillo pero que ya no va más y muy a pesar de existir una tendencia a usar ropa de años atrás que más que la ropa misma es el estilo, con telas nuevas pero con los patrones de años pasados, no encajan siquiera en ese estilo.
Como pocas veces me quedo con la curiosidad de algo, decidí acercarme a un par de señoras que una tarde soleada en una plaza del barrio, estaban sentadas en una banca bajo la sombra de un frondoso árbol.
No fue difícil comenzar la conversación porque a los abuelos que muchas veces pasan demasiadas horas sin compañía, se les hace muy fácil conversar hasta con una desconocida como yo.
Luego de algunas preguntas y respuestas y comentarios poco relevantes, me animé a preguntarles por qué usaban tantos colores y diseños en una misma tenida de ropa.
Las señoras se miraron y sonrieron. Una de ellas se animó con la primera respuesta y me dijo:
«Cada prenda que llevo puesta, me trae algún recuerdo en particular. Llevo encima mucho de mi historia personal: la bufanda que me regaló mi difunto esposo en una Navidad, el abrigo que compré con los ahorros de las monedas pequeñas que me sobraban del mercado, la blusa que estrené en la fiesta de bautizo de mi primer nieto, la falda que yo misma hice con un paño fino que me regaló mi suegra poco después de casarme, los pendientes que me dejó mi madre como herencia y hasta el pañuelo en el cual bordé mis iniciales con la máquina de coser que gané en una rifa de la iglesia. A mi edad lo que quedan son los recuerdos y gracias a ellos conseguimos el ánimo para seguir adelante sin importar mucho lo que la gente diga al vernos con tantos colores y diseños.»
En ese instante me puse a pensar lo que yo llevaba puesto y los únicos recuerdos que traía encima eran la visita al centro comercial donde compré lo que usaba en ese momento.
La segunda señora tomó la palabra y me explicó:
«En mi caso, me pongo lo que me gusta, lo hago con la firme intención de vestirme para agradarme a mí misma, uso todos los colores posibles porque quiero ser un poco la alegría de los colores cálidos y la seriedad de los colores fríos, quiero la luz de los colores claros y la solemnidad de los colores obscuros, pero ante todo, quiero aprovechar todo lo que tengo porque mi mañana es incierto y porque cuando me muera me van a vestir como se les ocurra a los míos y no como yo quiero.»
Nuevamente me fijé en lo que yo vestía y vi que traía lo que una revista de moda me sugiere usar por mi color de piel y por lo que dicen en la tele es la tendencia del verano y por lo que seguramente envidiarán las vecinas del edificio donde vivo pero de mí, de mi opinión y de mi deseo no hay mucho.
Me alejé de las señoras viéndolas sonreír alegres por la conversación con una extraña a la que en pocas palabras le habían enseñado muchas cosas: hacer lo que uno quiere, disfrutar todo en cualquier momento, no depender de los juicios de los demás, no seguir la voz de alguien en la dirección de una revista o programa de televisión que le interesa vender o mantenerse vigente sugiriendo a los demás algo que o no conviene o no está en nuestras posibilidades económicas o que otros en lugares muy distantes, ven como adecuado a una estación del año, etc.
Al final creo que no se trata de estar a la moda sino de valorar nuestra propia identidad, nuestra historia, nuestros valores y la alegría de disfrutar lo que hemos logrado en la vida.
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