– Por Creer en ti… y en mí
«Se terminó el año y comenzamos otro y con este nuevo año, la ilusión de miles de personas esperando el día de los Reyes Magos. Tiempos que se van adaptando a nuestra impaciencia y una mirada que siempre se centra en lo que está por venir, en lugar de en el momento presente.
«Mamá, quiero esos zapatos», -le escuché decir a una niña. «Ahora no se puede estar comprando nada; tendrás que esperar a los Reyes. Así que estate calladita que si no te portas bien, no te van a traer nada».
Un niño corre y salta por la calle intentando tocar las luces que adornan la ciudad. Su padre le grita: «Pórtate bien y estate quieto que te vas a caer. Tal y como te estás portando no te van a traer nada los Reyes».
Crecemos marcados por la amenaza. Se reprime el comportamiento natural de los/as niños/as para sustituirlo por el de un adulto, más comedido y calmado. Y las recompensas se vuelven siempre materiales; si actuamos como se considera correcto, vamos a ser premiados con algo que nos guste.
«Papá, quiero una moto para Reyes», -decía un adolescente. «Eso es demasiado caro y además eres menor de edad. Me temo que no será posible». «Pero es que yo la quiero. Me voy a ir de esta casa porque nunca puedo tener nada y siempre se están riendo de mí en el instituto».
Una alumna lleva las notas a casa y su madre la mira decepcionada. «Has estropeado tus notables con el suficiente en inglés. Tenías que haber estudiado más. Vamos a ver cómo se portan este año los Reyes».
Crecemos y lo que se ha aprendido a valorar son los bienes materiales. El esfuerzo o las aptitudes ya no importan; solo el resultado final que es lo que los demás van a percibir. Las exigencias y las demandas son tan largas como la lista de niños, niñas y adolescentes frustrados.
«Tuve una entrevista para un trabajo el otro día, papá, pero no sé por qué no me han cogido. No lo entiendo, cumplía con todos los requisitos… Es muy injusto y estoy muy desmotivada para seguir buscando trabajo».
«Estoy detrás de una compañera de trabajo insistiendo pero es que ya no sé qué más quiere que haga. Me porto super bien con ella y aún así me dice que la deje que no está interesada. Si es que yo no sé qué buscan. Soy buen tío y no hay manera de que me salga nada».
Llegamos a la edad adulta llenos/as de confusión. No entendemos por qué no obtenemos lo que queremos cuando hacemos lo que se supone que debemos hacer. Nos olvidamos de valorar el esfuerzo, las aptitudes y el entusiasmo, y nos centramos en los resultados, en la recompensa y en las expectativas. Cuando estos no son como esperábamos y obtenemos un no por respuesta, nos frustramos y no sabemos cómo actuar.
Por eso, este año, por Navidad, yo quiero pedir más horas jugando en compañía y menos en tienda buscando regalos materiales. Quiero pedir más empatía y más paciencia, más valores y más tolerancia. Porque si no aprendemos desde la cuna a dar y a recibir aquello que realmente nos hará falta en la vida adulta, estamos condenándonos a nosotros/as mismos/as al fracaso.»
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