– Por Creer en ti… y en mí
«Esta época de reuniones familiares nos sirve para realizar una enorme cantidad de reflexiones sobre nuestras vidas o la forma en que las vivimos. Tiempo que pasamos con los demás; tiempo que pasamos rodeados de niños y niñas.
Estos últimos mantienen una visión inocente del mundo que nos rodea. Aún no condicionados por la educación y por la cultura social, permanecen unos años alejados de los prejuicios, de los conflictos y de la inseguridad.
Si prestas atención a un niño o a una niña, porque a edades tempranas todavía no hay grandes diferencias, verás que se observan al espejo con total seguridad. Se miran, se arreglan, se dan besos. Su autoestima y su amor propio son absolutamente perfectos. Y si alguien les lanza un comentario destructivo hacia ellos, se muestran indiferentes porque les gusta lo que ven.
Sin embargo, con el paso del tiempo, ese niño, y especialmente esa niña, del espejo, comienza a recibir críticas sobre lo que está mal. Sobre todo aquello que podría mejorar. Y ahora, cuando se mira al espejo, empieza a dudar de lo que ve.
Ya no le apetece tanto mirarse porque empieza a ver sus llamados defectos. Le han dicho que sus orejas son muy grandes, que es tonto, que ella no sabe jugar a fútbol, que bailar es solo para niñas. Y estos pequeños problemas que la sociedad tiene en su afán por dividir y clasificar, son asumidos como propios por estos vulnerables individuos.
Así que ahora él es tonto y no se atreve a intentar cosas nuevas; ella deja de practicar deporte porque piensa que no se le da bien, él deja de bailar porque dicen que no debe parecer una niña; él se siente mal porque el pelo largo es de niñas y no sabe cómo cubrir sus orejas.
Este niño y esta niña llegan a la vida adulta y son piezas sueltas de un puzzle; algunas incluso rotas. Ya no son un todo, un ser perfecto que se ama con locura y que cree que puede conseguir lo que quiera. Ahora son adultos que se conforman, que se callan, que se cuestionan a sí mismos.
Jugando a los puzzles en familia te das cuenta de que somos así. Una serie de piezas, cada una diferentes y con sus particularidades; algunas personas tenemos la pieza de la paciencia con más irregularidades, mientras que para otras es la constancia la que tiene altibajos.
Sin embargo, es la suma de todas ellas la que nos convierte en lo que somos. ¿Pero sabemos encajar nuestras propias piezas para conocer nuestra verdadera identidad? Necesitamos encontrar primero nuestros trozos, los rasgos que definen nuestra personalidad, las cualidades y los aspectos que podemos mejorar. Pero siempre desde un punto de vista constructivo y no destructivo.
Juntando todas las piezas de estos puzzles lograremos una visión completa de lo que representa. Podremos observarlo desde la distancia, apreciar los detalles… Para el nuevo año, estaría bien que identificáramos cuáles son nuestras piezas. Y nos descubramos así como un todo preparado para aquello que nos traiga el próximo y para lo que nosotros decidamos ir a buscar. ¿Te animas?»
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