– Por Creer en ti… y en mí
«Alfredo era un hombre muy ocupado, tenía un trabajo que le absorbía gran parte de su energía. Rara era la semana que no tenía que viajar fuera de su ciudad para atender algún evento o reunión con un cliente.
Esta situación le permitía tener una vida tranquila económicamente y poder ofrecer a su familia todos los medios que necesitaban. Ciertamente su mujer Lorena siempre se quejaba del poco tiempo que pasaban juntos y de lo poco que veía a sus dos hijas de 5 y 9 años. Sin embargo, estas ausencias siempre se cubrían con algún regalo especial o una escapada de fin de semana con la familia.
En el día a día de sus hijas apenas tenía presencia, ya que las horas que pasaba trabajando le impedían llegar a horas razonables para jugar o ayudarlas con los deberes. Lorena llevaba toda la carga de la casa y las niñas. De hecho, ella había renunciado a trabajar para poder estar con las niñas, aprovechando que el sueldo de su marido se lo permitía.
Sin embargo, un día mientras Alfredo estaba en la oficina revisando los datos de una hoja de cálculo recibió una llamada. Su mujer le pedía que fuese a recoger a su hija pequeña de su clase de violín, porque ella tenía que acudir al médico ya que no se encontraba bien.
Alfredo que no estaba acostumbrado a ocuparse de tareas de su familia, se enfrascó como siempre en su actividad y olvidó por completo la llamada de su mujer.
A las 9 de la noche como de costumbre se dispuso a ir a casa, pero al abandonar su oficina fijó la vista en un frasco vacío sobre su mesa que le habían regalado en una sesión de coaching hacía unos meses. Habían usado ese frasco para explicarle la teoría de las prioridades de “el frasco de la vida”.
Un sudor frío le recorrió la frente y las palabras de su mujer empezaron a resonar en su cabeza – “Recoge tú a Carla de violín, sale a las 7”. Sin terminar de cerrar corrió como nunca nadie lo había hecho. Llegó al lugar de recogida, pero allí no había nadie, desesperado llamó a su mujer que entre sollozos apenas le quiso responder.
En esos momentos se dio cuenta de que había llenado su frasco de arena y de café, pero ninguna pelota de golf. Cuando llegó a casa descubrió que allí estaba su pequeña, habían estado esperando hasta media hora y finalmente fue una madre de una compañera quién la llevó a su casa.
Ese día marcó un antes y un después en la vida de Alfredo que empezó a dedicar tiempo a diario con sus hijas y su mujer.
Cada día que cumplía con su objetivo de mantener a su familia entre sus prioridades introducía una pelota de golf en el tarro. Poco a poco fue llenando su frasco de canicas, arena y café.
Esta historia nos hace reflexionar sobre las prioridades en la vida que se explica con la metáfora del frasco de la vida:
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