– Por Creer en ti… y en mí
«David llevaba muchos años buscando algo que realmente le llenase. Un trabajo o una actividad con la que ganarse la vida, pero también con la que se sintiese satisfecho consigo mismo. Tenía ya casi 40 años y seguía sin terminar de encontrarse.
Durante su juventud, nunca debió preocuparse en exceso. Vivía con su madre, lo que le permitía no tener que afrontar gastos de peso como el alquiler o las facturas. Además, gracias a un pariente, ocasionalmente le salían trabajos esporádicos con los que podía ir viviendo con cierta comodidad. Sin embargo, le apetecía desarrollar algún proyecto propio para poder realizarse como persona.
Siempre se había sentido atraído por los productos naturales, así que se lanzó con unos cursos de cara a poner su propia tienda online. Finalizado, estuvo alrededor de un mes intentando avanzar con su página, pero los días siempre parecían complicarse y no encontraba el tiempo suficiente, hasta que un día decidió desistir.
Al año siguiente, pensó que lo que siempre le había llenado era hacer deporte. Encontró otro curso de formación y comenzó a prepararse para ser monitor de actividades. Disfrutaba mucho yendo a las clases y realmente podía verse a sí mismo guiando a otras personas.
Pero al llegar las prácticas la inseguridad se apoderaba de él y no actuaba como se había propuesto. Después de un tiempo, comenzó a sentir rechazo hacia aquella actividad que tanto le había apasionado en un primer momento. Aunque obtuvo su titulación y experimentó dando alguna clase, la apatía volvió y se encontró de nuevo a la deriva.
Otro año pasó y aquel barco seguía sin llegar a puerto, buscando ocupaciones pero sin llegar a marcarse un objetivo. Le tocó el turno de la cocina, y se repetía que esta sí que sería la vez definitiva. Podría cocinar productos saludables que de alguna manera estarían relacionados con su punto de vista y algún día uniría todos sus conocimientos en algo aún sin concretar.
Pero ese algo también se vio truncado al haber finalizado los plazos sin matricularse. Se sintió desamparado, ya que al fin y al cabo, otro curso representaba unos meses, o con suerte un par de años, en el refugio de la formación. El tiempo en sus manos le obligaba a un diálogo consigo mismo que no deseaba tener. Una conversación que los sucesivos cursos habían silenciado durante años. “Y ahora, ¿qué voy a hacer?”, se dijo.
Este tipo de situaciones responden a lo que llamamos autosabotaje. Las causas pueden ser múltiples: una baja autoestima, inseguridad, miedo al fracaso, exigencias muy altas, falta de motivación e incluso un desinterés oculto. Y puede manifestarse como un perfeccionismo que nos impide terminar una tarea, excusas para no enfrentarnos a ella y la procrastinación, que consiste en retrasar una actividad importante.
¿Estamos satisfechos con lo que hacemos? ¿Utilizamos los recursos mencionados para impedir nuestro propio éxito? ¿Tenemos miedo al fracaso? Responder con sinceridad a este tipo de cuestiones puede ayudarnos a identificar si somos nosotros mismos los que no nos permitimos avanzar.
Nuestra zona de confort es un lugar estable en el que vivir, pero no nos da la oportunidad de descubrir, quizás, aquello que realmente nos hará sentirnos realizados y orgullosos de nosotros mismos. ¿Te atreves a salir de allí?«
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