– Por Creer en ti… y en mí
«La pasada larga noche de museos un amigo mío fue guía para los visitantes que en esa particular noche asisten en gran número al evento.
Me dijo que la experiencia en términos generales fue muy gratificante al ser el intermediario entre los objetos expuestos y los visitantes que no son siempre entendidos en la materia y que simplemente aprovechan esa noche para visitar museos que liberan los billetes de entrada.
Algo que le llamó la atención sobre todas las cosas fue la participación de niños pequeños que acompañados de los padres visitaban posiblemente por primera vez un museo. Sin embargo esos niños le mostraron en su opinión un hecho muy interesante que se repite también con los adultos.
Me dijo que con el objetivo de participar con los visitantes y ayudarles a entender mejor el objeto de la exposición o simplemente de compartir información con ellos, era él quien se acercaba a los visitantes y haciendo simplemente una pregunta o dos lograba una conversación breve con ellos.
Lo más interesante del caso es que cuando veía que había niños pequeños, se acercaba a ellos para preguntar pero más que una pregunta acerca de lo que veían quería saber la opinión de los peques sobre lo que les llamaba la atención, la opinión que tenían sobre algunos hechos relacionados con el objeto expuesto.
Al principio y cuando los niños escuchaban la pregunta se sorprendían de ver a un extraño que se les acercaba pero inmediatamente ante la insistencia con la repetición de la pregunta y acompañada de una sonrisa, se soltaban a responder con mucha confianza por estar al lado de los padres y ante la actitud amistosa del guía del museo.
Al final de la noche mi amigo me decía que le parecía que a los niños les gusta que les pregunten su opinión sobre su realidad. Su realidad está hecha por el juego, la televisión y el internet cuando es permitido y supervisado por los padres. Luego en la vida serán los estudios y la experiencia propia que moldearan su realidad.
No me queda duda que a los niños les importa y mucho que los demás y especialmente los adultos les pidan su opinión. Ellos siempre tienen algo que decir. Muy posiblemente su opinión tenga un matiz de fantasía o imaginación, sin embargo esa es una virtud cuando pensamos en el pensamiento transversal.
De cualquier forma no son solamente los niños quienes se complacen de compartir su opinión con los demás. Los adultos también disfrutan compartiendo su opinión y sin bien parece un hecho muy natural y habitual, no es así. Les sucede a las mujeres de esposos dominantes, les sucede a padres que no necesariamente son ancianos y que son reprimidos por sus hijos, le sucede a empleados con jefes desconsiderados, le sucede a los amigos de otros que se imponen y aprovechan de amistades incondicionales.
Pedir una opinión es una forma de decir que el otro cuenta. Más allá de razones o fundamentos, conocimiento, estudio, experiencia, etc., la opinión que se pide es el acto por el cual me acerco al otro y le pido me dé algo que es de él, algo que le pertenece a cambio de nada. Es términos sencillos es pedir sin tener que devolver. Encima de lo anterior cuando la opinión es de una persona cercana hay que pensar que además hay una buena intención, hay un buen deseo de que lo que se ofrece me puede ayudar. Hay por supuesto las otras opiniones que desalientan o reprimen por lo que hay que tener cuidado para reconocerlas en su momento y en la persona que nos la ofrece.
Todos tenemos una opinión pero no todos nos la piden, no todos la valoran, pocos se interesan por ella o es que, ¿te han preguntado por tu opinión últimamente?»
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