– Por Creer en ti… y en mí
«Aurora había sido mi novia por muchos años, o mejor dicho una novia no oficial, porque así la veía y la trataba. Habíamos sido vecinos desde que tengo uso de razón, asistíamos al cole, jugábamos por las tardes, sus padres y los míos se reunían para beber unos tragos o para mirar los partidos de fútbol. Era común que pasáramos muchos tiempos juntos.
Siendo ya adolescentes, ambos con 19 años, un día noté que escribía algo en un pequeño diario, así que quise saber lo que escribía, busqué la oportunidad de leerlo y así en una de las tantas reuniones entre nuestras familias, fui a su casa, sabía cómo entrar, ella misma me había enseñado. Entré a su cuarto, busqué en el lugar donde me había dicho que escondía sus cosas importantes, tomé el diario, lo abrí y leí parte de su contenido.
Lo que leí me sorprendió. Aurora había escrito de forma muy detallada muchos de los encuentros que tuvimos desde nuestra infancia. «Querido diario, hoy Alejandro y yo estuvimos corriendo por las calles en una competencia por ver quien llegaba primero». Yo era un ávido lector, por lo que leer parte del diario, no me tomó mucho tiempo.
«Hoy me siento más enamorada de Alejandro, es tan guapo, tan único, creo que es perfecto para mí» estaba en una de las páginas, al leer esto me apresuré a cerrar el diario, devolverlo al lugar donde estaba y a regresar a casa.
Aquella noche quedé pensando en lo que había leído en el diario de Aurora. Ahora sabía que le gustaba, nunca me había dado cuenta, yo la veía más como alguien de la familia con quien me gustaba pasar un rato o divertirme, esta última palabra no salió de mi mente cuando de ella se trataba.
Eventualmente nos hicimos «novios» a escondidas, fui su primer novio y su primer hombre, ella veía nuestra «relación» como un cuento de hadas, donde ella era una princesa y yo un príncipe azul, yo, como una más de mis conquistas, solo que ella no lo sabía.
Ella se había mudado a un apartamento rentado para estar más cerca de la universidad y allí nos encontrábamos para tener nuestro «Romance».
Ella quería gritarle al mundo lo nuestro, yo no quería que nadie lo supiera, total tenía otras conquistas que atender, así llegaron las primeras discusiones, siempre por la misma razón, otra mujer y yo siempre encontraba la misma «solución» al problema, tocar su puerta y acostarme con ella.
Así continué con mis conquistas, ella siempre me perdonaba, solo tenía que tocar a su puerta. Era tanto lo que me quería que aceptó ser mi amante cuando me casé con la madre de mi primer hijo, yo pensaba: «¿Dónde va a conseguir otro hombre como yo?» Ella nunca iba a dejarme.
Un día luego de uno de nuestros desencuentros, acudí a su apartamento, quería divertirme con ella, ya tenía la solución de siempre, solo tenía que tocar su puerta y así lo hice, solo que esta vez la puerta no se abrió, la toqué incansablemente y nada sucedió.
Se había ido. Entendí que por primera vez en muchos años había tenido un poco de amor propio y se marchó buscando lo que nunca consiguió conmigo… Amor verdadero.»
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