-Por Creer en ti… y en mí
Me gusta reírme, me gusta sonreír a las personas. La risa o sonrisa que regalamos a los demás proyecta en nosotros una imagen de seguridad y a las personas que sonreímos, las genera confianza y hace que se produzca un acercamiento, no físico si de corazón.
“Al entrar a la consulta del odontólogo todo parecía muy habitual. La recepcionista en el escritorio, la mesita con las revistas, un botellón de agua purificada, unas cuantas macetas, varios cuadros con paisajes bucólicos y pacientes en espera.
Estaban dos señoras mayores que muy posiblemente eran hermanas, una imagino que acompañaba a la otra, un chica de cabellos azulados y zapatos deportivos de lona, un señor de traje fino con el cabello brillando gracias a la gomina, una señora de mediana edad con una niña de unos diez años de edad y yo.
Hasta donde he descrito todo estaba como parecía debía estar. Admito que en la consulta de un dentista siempre se percibe cierto aire de tensión pero hay excepciones como la chica de cabellos azulados que se la veía tan relajada que hasta me parece tenía goma de mascar dentro de la boca.
Sin embargo, me llamaba la atención la niña pequeña que de rato en rato se acercaba a rebuscar entre las revistas, cogía una y de vuelta a su silla al lado de la madre; luego un poco de agua, después una mirada cercana a las plantas que allí estaban, los cuadros y de nuevo a repetir con las revistas. Mientras la niña de desplazaba en el reducido espacio de la consulta, nadie la miraba, nadie reparaba en su presencia, ni siquiera la propias madre concentrada en una revista de moda.
Luego y por pura casualidad nuestros ojos se encontraron. La niña tenía un aire encantador un poco por el cabello rizado, el vestido a todas luces nuevo y su aire relajado que me llamó la atención. Bastó que yo le sonriera para que sus labios también se arquearan y me devolvió la sonrisa con otra mucho más bonita.
Ahora me pongo a pensar; muchos vamos por la vida con nuestro mejor vestido, con la mejor intención, con ganas de sonreír y dispuestos a corresponder pero nadie nos mira. No le interesamos a la gente. Todos tienen sus propias preocupaciones, sus dolores, sus intereses, sus prisas, su vida y en todo ello no cabemos. Pero un día, alguien nos mira y si bien eso ya es un regalo maravilloso, encima nos regala una sonrisa.
Encima de todo lo anterior, si resulta que cargamos una gran pena, si hemos caído en las garras del alcohol, de las drogas, tenemos una enfermedad, la mala fortuna nos dejó sin dinero en los bolsillos o somos una triste consecuencia de nuestros actos, esa mirada, esa sonrisa y quizá una palabra o consejo nos pueden cambiar la vida, el mundo y el universo entero.
Como dice una canción “el rencor duele menos que el olvido”; peor que la muerte misma es que estando vivos, la gente no nos mire, no nos quiera y menos nos piense.
Hoy que me siento vivo porque mi familia me quiere y me quieren mis amigos, quiero pensar en los que nadie ve y a quienes puedo regalar una sonrisa, la cual podría estarle cambiando si no la vida, al menos la hora o el momento malo por el que pasa.”
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