– Por Creer en ti… y en mí
Hace unos días salí a dar un paseo por la ciudad y elegí hacerlo por una calle poco transitada. Corría una brisa al atardecer y quise aprovechar para despejarme. Un soplo de aire fresco puede ser lo que necesitamos para disipar nuestras dudas, nuestros miedos, nuestros problemas… Los pensamientos densos a veces nublan tanto nuestra mente que somos incapaces siquiera de ver aquello que tenemos delante. Pero aquella tarde, me vi a solas conmigo misma.
Salir a dar una vuelta es probablemente algo que todos hacemos a menudo. Andar sin rumbo, a la deriva en una zona que nos resulta familiar, es una forma de darle un respiro a la necesidad de controlar cuanto acontece. Sin embargo, es posible que hasta las elecciones que creemos hacer sin pensar escondan un mensaje que queremos revelarnos a nosotros mismos.
Aquella calle poco transitada no tenía nada de especial. No había nadie. Edificios que también parecían estar ausentes con sus pechos al descubierto entre las grúas y los andamios. Sin tiendas, sin negocios de ningún tipo; como si aquel pasaje en el que me encontraba no existiera realmente.
Continué andando mientras observaba con detenimiento todo aquello que me rodeaba. Locales que alguna vez debieron estar abiertos pero que fracasaron y cayeron al olvido. Viviendas que alguna vez fueron hogares pero que ahora eran solo algunos recuerdos que ya nadie recordaba. Pequeñas ruinas de algo que era demasiado antiguo siquiera para darle importancia. Y allí, mientras iba distraída, caí.
No era un desnivel demasiado grande, pero fue suficiente para hacerme tambalear en la estabilidad de aquella acera por la que paseaba tranquila. Y es así como nos sorprenden algunos acontecimientos. Me vi sola, sin nadie que pudiese ayudarme a levantarme. Pero al mismo tiempo, me pregunté qué habría cambiado si alguien hubiese estado allí.
Las personas de nuestro entorno pueden ser un punto de apoyo. Nuestras familias, nuestras amistades, nuestras terapias… Todas ellas pueden estar a nuestro lado para tendernos una mano y ayudarnos a levantar si caemos. ¿Pero quién debe hacer el esfuerzo para poder volver a mantenerse en pie? Nosotros.
Y allí me vi, entre proyectos pasados, antiguos hogares e historias que ya casi no recordaba. Problemas que alguna vez lo fueron pero que ya hoy carecían de importancia; porque me había vuelto a levantar y había continuado con mi camino. Al final, todo pasa.
A veces es necesario caernos para poder detenernos a contemplar cuanto nos rodea. Nuestras preocupaciones actuales, las pasadas que nos persiguen y las que todavía están por llegar. El apoyo de quienes se preocupan por nosotros es muy importante, pero sin nuestro propio esfuerzo, por mucho que nos ayuden a levantarnos de nuevo, no tendremos fuerzas para mantenernos en pie.
Nuestra vida es una calle que puede recorrer zonas de éxito u otras a las que no les ha ido tan bien, con algunos baches pero también con partes sin dificultad. Distintas etapas de un todo que, como todo, tienen un principio y un final. La clave está en querer levantarse para continuar.
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