– Por Creer en ti… y en mí
«La naturaleza tiene sus propios medios para limpiar y deshacerse de todo aquello que ya no le sirve. Los fenómenos meteorológicos, como la lluvia o el viento, así como la propia descomposición de la materia son una forma de modificar el estado de todo lo que nos rodea.
En los árboles, las hojas se secan y las flores se marchitan. Cuando llega su momento, se desprenden y caen al suelo, donde acabarán desapareciendo. El viento, de una forma más agresiva, también es capaz de llevarse todo lo que encuentra a su paso. Así, un árbol puede llegar a perder algunas de sus ramas si aquel sopla con la fuerza suficiente. Aunque las pierda, el árbol se mantiene firme, y con el tiempo, nuevas ramas volverán a brotar.
Si nos acercamos a la orilla del mar, cuando la marea sube, arrastra con ella lo que allí hay. Arena, piedras, desperdicios… Las rocas de mayor peso, permanecen inmóviles como el árbol, pero cuando la marea vuelva a bajar y las deja al descubierto, su superficie también se ha modificado.
Como parte de la naturaleza, las personas funcionamos de la misma manera. Sin embargo, nuestra mente se empeña en numerosas ocasiones en luchar contra aquella. En la Tierra, todo está en continuo movimiento; en continua evolución. De nada sirve intentar cambiar lo inmodificable.
Nos aferramos a situaciones que lejos de beneficiarnos, nos perjudican. También, nos aferramos también a personas que tampoco nos aportan nada, sino que más bien, agotan nuestros propios recursos. Nos empeñamos en creer que el tiempo lo cambiará todo, en que debemos luchar por ellas. Pero tal vez el cambio va en otra dirección, y por quien debemos luchar es por nosotros/as mismos/as.
Aprender a dejar ir es quizás una de las asignaturas pendientes que la mayoría tenemos. Nos da miedo evolucionar, el interrogante sobre lo que sucederá después. Pero ese es el ciclo natural de todo. Llega un momento en el que es necesario soltar aquello que ya no sirve y dejarlo ir.
Todos y todas evolucionamos, o deberíamos evolucionar, tal y como lo hace nuestro cuerpo. Nuestra piel cambia, nuestro pelo, algunas curvas de nuestra figura desaparecen mientras que otras se abren paso inevitablemente. Nuestros gustos también van variando con los años, e incluso nuestras amistades. Personas nuevas llegan a nuestra vida, y otras acaban desapareciendo de ella.
Valorarnos y saber reconocer cuando algo ha llegado a su fin puede ser una tarea compleja si no estamos preparados/as para ello. Pero negar lo que sucede no solo nos impedirá continuar avanzando, sino que alargará nuestro sufrimiento y nuestro dolor.
Quedarnos con lo bueno, sacar alguna lección que pueda servirnos o aspirar a algo mejor son algunas de las herramientas de las que disponemos. Cuando algo parece no avanzar, es porque ya se ha marchitado y nos toca dejarlo ir. Tal y como la flor que termina cayendo…
Un año que finaliza y otro que comienza puede servirnos para marcarnos nuevos objetivos; para tener nuevas prioridades. Soltar y dejar ir todo aquello que ya no sirve y abrirnos para que entren nuevas oportunidades y nuevos proyectos.»
Deja un comentario